domingo, 24 de mayo de 2009

Princesa del cuento. X

wow!!! ya esta el 10!!!!!

asu... y lo mejor de todo es que hoy me regresan a Juno y podre subirles otro cap de ella :)

ok ya... ahora si el capitulo!

kiss

Ann

10.

Me sumí en el sopor que me invadía, solo quería alejarme de todo eso, dejar de ser la “Princesa Irina” y ser solo yo, Mairi, cosa que parecía imposible desde la muerte de mi abuela. No quería salir, de nuevo, como una vez en el pasado, quería que las aguas oscuras me invadieran, ahogarme si era posible, no despertar de mi letargo y perderme en la bruma, quería, en resumen, desaparecer de la faz del universo.

Me dolería, tarde o temprano, porque conocer a Sue y tener a mi abuela eran las cosas que mas me habían gustado, pero si escapaba de todos mis problemas sería como un respiro, no tenía ni 15 años y ya estaba pensando en esto, que bajo había caído otra vez.

“¿Mai, que es lo que tienes? ¡No te he visto así nunca! ¿Te sientes mal?” la voz de niño de Sue y mi habitación aparecieron de repente.

“Estoy bien, solo vete” me oí contestarle.

Estaba segura de que esto había pasado, pero no recordaba exactamente cuando. Por el rostro que parecía Sue, debía tener menos de 10 años. El joven Kydrin me miró con ojos acusadores y me respondió.

“¡No! Eres mi amiga, no dejaré que estés así, no es culpa tuya lo de tu madre, tú eres una excelente persona y ella no” ¿Estaba gritándome? “No es nada porque te abandonó, ¿y sabes que? Creo que si yo fuera tu, no le tomaría importancia e iría a la escuela otra vez”

“Calla, no estoy de ánimos para escucharte” mi voz sonó apagada, como si quisiera desaparecer, otra vez.

Al fin reaccioné, era la última conversación que habíamos tenido antes del absurdo trabajo, antes de dejar de ser yo. Kydrin me había llevado la tarea, él era el culpable de lo que había pasado, si tan solo la hubiera olvidado, o a mi, esto no habría pasado. Todo lo que tenia que hacer era dejar que me sumiera en la negrura de mis pensamientos, pero no, quería hacerse el valiente y salvarme de mis demonios internos y sacarme de lo único que me resguardaba, y aún así me había metido en un lío peor, que buen guardaespaldas.

“Mairi…” su voz se fue perdiendo, y con ella, el recuerdo. Pronto no escuché nada más que mi respiración y la grava crujir no muy lejos de mí.

Abrí los ojos, quería saber que estaba pasando, mi lapso de depresión había pasado tan rápido como llegó. Yurem estaba un paso por delante de mí y diez por detrás de Sue, ambos me daban la espalda, para alejarme de su burbuja de histeria.

Estaban gritando, no entendí una gran parte hasta que me percaté de que no solo eran sonidos y gruñidos lo que escapaban de sus labios. Sacudí la cabeza sin hacer ruido para despejarme y poder entenderles.

– Si dejaras de ser tan necio y le dieras plasma en lugar de esas cosas asquerosas que come, no se hubiera desmayado – Yurem avanzó unos cuantos pasos sobre la superficie de la luna y se acercó a mi amigo.

‘¿Yo provoqué todo esto?’ pensé, no explícitamente a mi amigo, solo como un comentario para confirmar lo que ya sabía. Pero aunque no quisiera, mi amigo lo captó, aunque creo que tal vez pensaba que seguía desmayada y entre sueños le preguntaba.

– No fue tu culpa – me respondió.

– ¡Ah, claro que no fue mi culpa! – Yurem estaba gritándole de nuevo, quise que se detuviera, no tenía derecho a tratarlo así, aunque como él no escuchaba mis pensamientos, no podía saber que las palabras de Sue no estaban dirigidas a él – ¡Fue tuya! ¡Tú ya no tienes autoridad sobre ella, ni siquiera puedes cuidarla bien! Con el tiempo que llevan viajando ya deberían haber llegado, los señores están muy preocupados por la tardanza, incluso…

– ¿Te mandaron a relevarme, cierto? – lo interrumpió estrepitosamente Sue. Yurem no se tomó la molestia de contestar, pero su silencio fue la mejor respuesta.

– ¿Sue? – me oí llamarlo.

– ¿Mai? – se giró bruscamente para mirarme y cerciorarse que no estaba soñando – ¡Mai! ¡Qué bueno que ya estas mejor! ¿Quieres algo? ¿Tienes hambre? ¿Sed? Podemos esperar otro rato si te sientes cansada… – su tono de preocupación era demasiado evidente.

– Deberías dejar que contestara – le recordé juguetona.

– ¿Te sientes mejor? – reformuló mientras me ayudaba a incorporarme, aunque ya que mis piernas no reaccionaban lo suficiente, me quedé sentada en la gravilla que se extendía debajo de mi.

– Si, – le contesté automáticamente, pero mi estomago empezó a gruñir delatándome… – pero aún quiero galletas o algo, para que no sufra otro percance.

Mi memoria viajó a mis recuerdos y no me gustó, así que disimulé riendo, como si desmayarme fuera gracioso. Mi risa estridente hizo que Yurem reaccionara, y sacó un frasco que reconocí como plasma, a pesar de que era totalmente diferente a las botellas delgadas de Sue. Ésta era más amarillenta, aunque el líquido era el mismo, la botella tenía bajorrelieve con diseños de ondas, asemejando las corrientes de aire o de mar.

– La reina le mandó esto, señorita Irina – me dijo sin mirarme, como si hacerlo mereciera un castigo.

– Mairi – le dije – repite conmigo, Mai-ri, Mairi.

– Pero…

– Pero nada, hasta que no me encuentre con la reina no seré “La Princesa Irina” – lo último lo hice sonar como un reproche.

– Si, señorita.

– ¡Mairi! – casi le grité.

Kydrin me tocó el hombro para que le hiciera caso, y me dijo serenamente, aunque en su mirada se delataba la burla.

– No conseguirás que te llame por tu nombre, Mai – me aseguró muy tranquilo – no está en su naturaleza desobedecer órdenes.

– Pues entonces ordénale que me llame Mairi, y no “señorita” – escuché la risa que escapó de los labios de Sue al escuchar la última palabra, pues sonó como si fuera una grosería.

Yurem estaba bastante sorprendido de la facilidad de la conversación entre Sue y yo, como si esto no fuera posible, o no concibiera la cercanía que había entre nosotros.

– Desafortunadamente para ti, tiene órdenes de alguien con mas rango que yo – seguía burlándose de mi, el muy…

‘¿Tiene una princesa el mismo rango de autoridad que un rey?’ se me ocurrió antes de empezar a ofenderlo con mis pensamientos rebeldes. Lo mejor de todo es que Sue pudo escuchar solo lo que quería decirle y Yurem no, así que lo que dijo a continuación mi amigo lo confundió.

– Solo en tu caso.

Sue estaba muy cerca de mí, se acercó un poco mas a mi oído para susurrarme lo que tenía que decir, aclaro, yo dije mentalmente lo que quería y él lo tradujo con el estilo necesario para que pareciera una orden directa.

– ¡Yurem! – siguiendo las instrucciones de mi amigo, le solté lo mas cargado de autoridad que podía, pienso que no lo hice tan mal porque se sobresaltó de mi tono y que lo mirara tan fijamente – Soy la Princesa Irina, heredera del mundo entre los mundos, te ordeno que no me llames Irina, princesa o de cualquier otro modo que denote mi posición social. Debes llamarme Mairi, estemos a solas o frente a quien sea, ¿entendido?

– Si, señorita – no se como pasó, pero el estaba derecho, y al decir que si, me dedico un saludo militar.

No me gustó lo que acababa de hacer, había hecho trampa, es mas, doble trampa, me refugié en un principado que acababa de descubrir y dejé que Sue me dijera lo que tenía que decir, con ideas mías, pero aun así me sentía mal. ‘Remordimiento de conciencia’ susurré en mi interior, y una vez lo había soltado, una chispa de alegría apareció en mí.

– ¿Cómo lo hice? – estaba confundida, no comprendí como es que podía estar feliz después de lo que acababa de hacer.

– Como toda una princesa, hermosa – me aseguró Sue.

La chispa paso a ser una pequeña llamita, como las que veía cuando jugaba con un encendedor. Mi estomago se movió otra vez, y sonreí.

– Bien, ahora esas galletas – estaba inquieta, eufórica y con muchas descargas de adrenalina, tenía que liberar la energía acumulada en mi de alguna forma y solo se me ocurría un modo – no, mejor me las voy comiendo en el camino.

Esta vez fue inconcebiblemente fácil extender mis alas, que dejaron aún más pálido a Yurem de lo que ya estaba. Solo pensé en que quería sacarlas, y aparecieron; quise volar, y empezaron a agitarse inquietas; imaginé flotar un poco, y justo el poco que salió de mi mente fue lo que me despegué del suelo. Viéndolo bien, Sue también estaba muy sorprendido.

– ¿Bebiste el plasma? – me preguntó, rompiendo el silencio que nos envolvía. Me limité a negar con la cabeza y continuó – ¿ya viste tus alas?

Instintivamente mis ojos se movieron hacia donde debían estar las alas de cisne rojas que tenía… que brillaban en cada una de las plumas, como si tuvieran pigmentos dorados, del tipo que se pueden ver en las de los pavo-reales, solo que las mías no tenían el circulo cerca de las puntas, solo se veían los matices dorados en las puntitas de cada una de las plumitas que conformaban la pluma completa. Cerré la boca y tragué saliva, ahora estaba mas aturdida que ellos dos juntos.

– ¿De… verdad… son… mis… alas? – pregunté entrecortadamente.

– Eso no lo hace el plasma – garantizó Yurem.

– ¡No, vaya… cada vez mejoran más! – profirió Sue.

– Si… – mi susurro se convirtió en burla, después de que mi mente se pusiera a divagar – ¡Ahora son mejores que las tuyas!

– ¡Ja! ¡Aun te faltan años de experiencia para alanzarme y siglos para que sean mejores! – me gritó cuando captó mi cambio de humor, y mientras expandía sus alas plateado brillante.

– ¡Capitán! – lo llamó Yurem – lamento lo de hace un rato, y lo mismo a usted señorita Mairi – al menos esta vez no me dijo “princesa”.

– Ya, déjalo, se nos hace tarde – lo apresuró restándole importancia a su discusión anterior – ¿vienes con nosotros o no?

– S-si – tartamudeó el teniente, contrariado por la falta de interés de Sue a su altercado – pero aun me cuesta trabajo sacar mis alas, muchas felicidades, Mairi, sus alas son esplendidas y su estilo es único.

– ¿Has visto las alas de Anelise? – se me ocurrió preguntar.

– Una vez, cuando nacieron – asintió – son como las de las mariposas, pero cubiertas de plumas verde esmeralda, muy bonitas, pero no son tan brillantes ni tan vivas como el bellísimo par que tiene usted en su espalda.

– Gracias.

– ¿Cómo fue su nacimiento? – me siguió interrogando Yurem.

Para mi sorpresa, y le agradecí mucho por eso porque yo no sabía que responderle, Sue le contestó por mi muy solemnemente.

– Al amanecer, con los primeros rayos del sol y justo sobre todos, como debió ser en el Palacio.

– Que mal que no haya estado en casa, con unas alas así seguiríamos de fiesta aún – agregó muy sonriente el chico.

Ya estaban colmando mi paciencia, ni que fuera para tanto.

– ¡Solo son alas! Dejen de hacer tanto lío por ellas – me quejé ahora en voz alta.

– Ahora solo me queda imaginar como será su boda – insistió Yurem.

– ¿Boda? – ‘¿Por qué dijo eso? ¡Qué significa! ¡Exijo una explicación!’

– No debes pensar en eso en tu segundo día de viaje – me aconsejó Sue.

Yurem aún no había sacado sus alas. ‘¿Qué está esperando?’ pregunté.

– No se –, me contestó en voz baja, y luego le preguntó a él directamente – ¿Qué tienes chico?

Aún no me acostumbraba a que Sue lo llamara así. Yurem aparentaba bastantes años más que Kydrin, pero obviamente, por rango, mi amigo debía ser algunos años mayor.

El pensamiento de Yurem no estaba con nosotros, y después de un rato esperando respuesta, dijo.

– Nada.

– ¿Qué tienes? – dije a mi vez, acercándome flotando lentamente a él.

– Señorita Mairi, yo se que está ansiosa por regresar a su casa pero… – dudó – verá, desde que el capitán fue a cuidarla no he visitado a mi familia, y no está muy lejos de a donde nos dirigimos…

– Me gustaría conocer a tu familia, ¿son tan agradables como tú, verdad?

– ¡Claro que si, Yurem! – gritó eufórico Sue – vamos, tal vez nos podamos quedar un rato ahí.

Yurem se lo pensó y asintió. Se quitó la camisa de un modo mas recatado a como lo había hecho Sue, hace tiempo. Tenía el pecho muy marcado, del tipo que las MP habrían adorado, con bíceps moldeados y el abdomen plano, pero ejercitado. ‘Para parecer más grande que yo y que Sue, tiene aspecto muy similar a mi amigo, si todos los militares van a hacer esto para volar, este viaje no estará tan mal…’ pensé para mis adentros maliciosamente.

– Solo los capitanes y los tenientes somos así – dijo de pronto Sue, sacándome de mis ensoñaciones, sobresaltándome y dando respuesta a mi comentario mental personal.

‘¿No que no podías hacerlo?’ Me quejé.

– ¿Qué? – dijeron los dos al mismo tiempo, aunque a lo que se referían eran cosas totalmente diferentes.

– Nada – dije para intentar despistar a Yurem, y mentalmente agregué para Sue: ‘Dijiste que solo podrás escuchar lo que quisiera decirte’

– ¿Entonces no me lo dijiste a mi? – dijo sorprendido.

– ¡No! ¿¡Cómo comentaría eso contigo!? Si fueras una mujer sería otra cosa… – estaba muy sorprendida de que no lo hubiera notado.

– Está empeorando – ahora dejé de entender si nos referíamos a lo mismo.

Yo no sabía ni que pensar, así que, por primera vez me fijé en las alas de Yurem. ¿¡Qué cosas eran!? Lo primero que vi fue el color, ámbar brillante; luego vi el tamaño, enormes para él, es mas, para cualquier persona; y por último vi su forma y su textura, ¿alguna vez imaginaste las alas de un dragón? Justo de ese tipo eran, igual de escamosas. Con unas alas como esas era raro que no se le hiciera difícil sacarlas.

– Hermosas – dije. Él se giró apenado y observé de reojo a Sue, que veía al chico con suficiencia, como si su expresión dijera “Este es mi alumno”.

– Para nada, son solo las cosas que me heredaron otros, no tienen nada que ver conmigo – expresó Yurem.

– ¿Cuando las obtuviste? – pregunté. Él se encogió de hombros y me contestó.

– Hace tiempo.

– ¿Hey niños, cuando quieren llegar? – nos apresuró Sue.

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