lunes, 4 de mayo de 2009

Princesa del cuento. V

Hola!!! yo dsd la comodidad de mi casa me he puesto a escribir, ya que estamos en "alerta sanitaria" y no voy a la escuela hasta el jueves....
eso es bueno xq me choca levantarme temprano y malo porque me atraso en la escuela.
Les dejo este caítulo k acabo de terminar...
perdon x la tardanza pero me fui de viaje desde el martes y apenas regresé anoche.
Disfrutenlo y djnm sus comentarios.
Ann
♥kiss♥


5.

Estaba tan ansiosa por ese momento que me había acostado directamente sobre la arenilla que cubría la tierra comprimida y reseca de donde nos habíamos detenido.
– ¿Ya vienes, verdad? – me dijo, apenas apareció frente a mi, vestida de azul claro, de ropa estilo oriental.
– Así es –, e inmediatamente recordé agregar – su majestad.
– No, no Irina – ella sacudió violentamente su cabeza – para ti siempre he sido solo yo, no la reina…
– ¿La comunicación no la deja decirme su nombre, verdad? – Quería indagar un poco en su vida, aunque no fuera mucho – creo que Sue lo mencionó una vez, pero no lo recuerdo. Le preguntaré.
– ¿Qué tal tu día? – quiso saber. Suspiré.
– Ahora mismo estoy durmiendo sobre la superficie de Marte, llegamos en la tarde, pero como aún no me acostumbro a estas cosas – señalé a mi espalda, donde debían estar mis alas, que en ese momento no se veían – me canso muy rápido, a este paso llegaremos a este lugar en una eternidad o dos…
Ella estaba preocupada, e intentó disimularlo al reír.
– Coméntaselo a Kydrin, tal vez él pueda ayudarte. Al principio es cansado usarlas, pero el plasma las fortalece.
– Yo no bebo plasma – le dije extrañada – solo probé un poco, pero ni Sue ni yo hemos bebido plasma desde que salimos.
Ella se molestó mucho, cuando ella iba explotar, desperté. Que corto había sido el sueño de esa noche.
– Buen día, ¿dormiste bien, Mai? – me dijo Sue al despertar.
– Claro, ¿dónde está mi cuaderno? – tenía que anotar lo poco que soñé.
Después de que habíamos descubierto mis alas, regresamos a mi habitación por ropa, una foto de mi abuela, Sue y yo, y el diario de sueños. Él dijo que era absurdo llevar tanto, y me mostró su mochila que solo llevaba paquetes de algo que no sabía que era, una muda de ropa y unas botellas que reconocí como plasma. No me importó que llamara innecesarias a mis cosas, de todas maneras quería llevarlas. Y como yo no las iba a cargar…
Terminé de escribir mi sueño, mientras Sue espiaba sobre mi hombro. ‘¿Por qué yo no bebo plasma como tú?’, intenté decirle con mi pensamiento.
– Tú no debes beberlo.
– Ella se molestó mucho porque yo solo había probado plasma y no lo bebía constantemente – le expliqué.
– ¿Ella conoce el color de tus alas? – inquirió.
– No – su pregunta me sacó una duda – ¿Ellos también tienen alas?
– Algunos – dudó – los que beben plasma.
– ¿Y yo? Yo no bebo esa cosa, solo la probé…
– Lo sé – llevó sus manos a mis mejillas y se colocó muy cerca de mi – Tú eres especial.
Él no me dejaba que lo besara, pero al parecer hacía todo lo posible para provocarme, aunque si yo se lo decía, simplemente lo negaba.
– ¿De qué color son las de los demás? – desvié el tema.
– Según la persona, las mías son plateadas, las de los de mi clase son grises, pero ninguna llega a mi color – se burló, pero compuso su expresión y continuó – Las de la reina son rosa plateado y las del rey son azul plateado.
– ¿Y las de Anelise?
A – No lo sé, las suyas deben haber salido mientras estaba contigo – me explicó.
– ¿Por qué rojas? – Mi desesperación llegaba al límite – ¿por qué no plateadas como las tuyas? ¿O rosas? ¿O azules? ¡¿O VERDES?!
– Porque eres aún humana, hermosa – seguía sosteniendo mi cabeza.
– ¿Entonces cómo es que tengo alas? ¡Los humanos no tienen alas! – estaba empezando a calmarme.
– Fueron 14 años, amor, el color de las alas va de acuerdo a la personalidad, algunos dicen que el plasma las aclara, incluso yo pensaba que era lo que les da brillo, pero las tuyas son tan luminosas, tan brillantes, eso no lo hizo el plasma, fuiste tú – cada vez se acercaba un poco mas para atormentarme.
‘Bésame’ le dije en mis pensamientos. Cada vez que algo se me hacia vergonzoso o me daba pena decírselo, solo pensaba en que lo hacía y esta segura de que él iba a comprenderlo.
– No puedo.
‘¿Por qué?’
– ‘Las princesas no se quedan con sus guardaespaldas’ – me citó – ¿recuerdas?
– Pero también siempre consiguen lo que se proponen y lo que quieren – agregué.
Él se rió y me tomo de la mano para levantarme.
– Es hora de irnos, Mai – era muy curiosa la forma en que pronunciaba mi nombre, era como si con él intentara acariciar una rosa… no se, era raro.
– Me canso muy rápido –, me quejé – Tú eres rápido, todo un veterano, pero yo, soy una niña, una novata – le jalé un poco la mano para acercarme a él – ¿No hay nada que me ayude a mejorar?
– Nada de lo que intentes hará que te bese – me advirtió divertido, yo solo le sonreí – ¿Para mejorar, dices? Pues práctica o…
– ¿O qué? ¿Plasma? – insinué alzando una ceja.
– Si pero al parecer el Plasma… te haría perder luz – me dijo – perder tu esencia.
– ¿Entonces no hay nada? – Le dije mas cerca.
Sue tragó saliva y se volteó.
– Me pones las cosas muy difíciles, Mai – pasó un momento, parecía que deliberaba que contarme y continuó sin verme – Existe…
– ¿Si?
– Existe el Polvo de Estrellas – me dijo.
– ¿Qué es eso?
– El plasma es lo que le da vida a una estrella, el polvo de estrellas es como… su fruto – me explicó.
– ¿Para qué sirve entonces? – ‘¿Es solo para hacer más fuertes mis alas?’ agregué mentalmente.
– En mi caso, no, para los de mi clase es… rejuvenecedor – al parecer le costaba trabajo encontrar las palabras adecuadas – Para las almas es como un afrodisiaco.
– ¿Y para mi? – ya que me estaba dando explicaciones, debía aprovechar. Es solo que a veces es tan necio.
– Como ya sabes, fortalece tus alas, imagino también que provoca algo en ti similar a lo que el plasma en mi – esperó muchos minutos y ahora si me miró, de tal forma que me sonrojé – Eres hermosa.
– Ya me lo has dicho muchas veces – le dije, cuando ahora era yo quien no quería verlo a los ojos.
– Y te lo seguiré diciendo siempre, por siempre o hasta que tú ya no quieras.
– ¿Y si quiero algo más? – volví a pegarme a su pecho.
– ¿Como qué? – él tragó saliva con fuerza y me miró.
– ¡Tengo hambre, llevo un día sin comer! – me quejé.
– Es que una vez que te salen alas, ya no tienes la necesidad de comer.
– Pero tengo hambre – insistí – ¿tú que comes?
– Monstruitos como tu que no quieren levantarse – me dijo muy serio. De pronto me di cuenta de que no me habia querido mover de donde estaba y cuando pensé que hablaba en serio, él rió y agregó – ¡es broma! Ya te había dicho que solo bebo plasma cada 28 días.
– Ja-ja-ja – intenté ser lo más sarcástica que pude – ¿y entonces qué comeré yo?
– ¿Monstruitos?
– ¡Ya en serio!
– Como eres medio humana – dijo sacando uno de los paquetes plateados de su mochila – te traje bocadillos humanos.
Al tomar la bolsita noté que era de unas, aunque no muy apetitosas, galletas dulces que podía comer.
– No traje muchas, pero alcanzarán –, me advirtió – al menos hasta que pasemos el cinturón de asteroides y pueda comprarte algo decente.
– No importa, con esto tengo para un rato – dije entre bocados.
– Vamos, quiero llegar pronto al otro lado – me jaló de la mano.
Aun con un bocado en la boca, desplegué lo mas rápido que pude mis alas, cosa que me pareció muy doloroso, y gracias a la galleta no grité.
– Con el tiempo y la práctica se reduce el dolor – intentó distraerme.
– Pero mientras tanto sigo igual – estaba agotada y él lo sabía, pero aun así se empeñó en que empezáramos el viaje del día, y es lo suficientemente necio para no querer darme plasma que yo sabía traía en la mochila.
– ¡Oh, hermosa, no me mires así! – lo había estado mirando con reproche en la mirada, cosa que él no podía resistir, pero así como yo conozco su punto débil, Sue conoce el mío, y me habló de esa manera suya que me obligó a hacerle caso – Vamos, te diré las reglas…
– ¡Reglas! – No he sido buena con seguir las reglas.
– Son simples, y para tu propio bien – sonreía, pero no me estaba mirando, solo contemplaba el paisaje, una inmensa oscuridad de panorama – Si es un asteroide grande, evádelo; si es uno pequeño, salta sobre él. Procura no chocar con ellos, no te hará mucho daño, y tampoco es que vaya a dejar que te toquen, pero a mi sí – apretó un poco más mi mano, se detuvo y me miró – No te sueltes, por favor, amor.
Me petrifiqué, de pronto había aparecido una pared gigante, formado únicamente de asteroides de todos tamaños. Cuando mencionaban esto en la escuela siempre pensé en una línea de puntitos que viajan a velocidad inmensamente rápida, solo que entre mis fantasías y esto, había una gran diferencia: estos no eran puntitos.
– ¿Y si te suelto? – estaba muy asustada.
– Piensa con esa cabecita tuya en mi ayuda, es más, grítame con ella, y yo te encuentro – respondió con tal seguridad que no noté que también le preocupaba esa posibilidad.
– Correcto, vamos – no estaba tan convencida, así que le solté en son de broma – pero no me sueltes si te da miedo, eh!, que no estoy para rescatarte.
– ¿Y eso es para mi o para ti?
Dicho esto, avanzamos hacia la pared que teníamos enfrente.

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