lunes, 28 de diciembre de 2009

Princesa del Cuento. XXVII

27.

¿Por qué? le reclamé a los guardias.

Órdenes de sus majestades me respondió uno, por lo que sabía era el número 5 de la tropa de Kydrin.

¡Pero necesito hablarle!

seguí insistiendo.

Ella me había evitado toda la noche, estaba hermosa, vestida de rojo otra vez, un vestido muy entallado y recto, con un cuello alto y manga corta. Con detalles dorados. Suzari misma lo había diseñado, ¿quién creería que una niña de cuatro años sería la más importante diseñadora de sus majestades.

Mairi…

Corrí a mi habitación, tal vez, con suerte, podría entrar a través de la ventana.

Mairi…

En mi cabeza seguí resonando su nombre, cada paso, cada palpitar de mi corazón, cada respiración.

Mairi…

Entré a mi recamara y allí estaba ella. Como la vez pasada, como un fantasma.

Te amo fue lo primero que le dije.

Tú no amas a nadie me respondió.

Te amo insistí, esperaba no haberla herido demasiado esta vez.

Tú no me amas, si me amaras…

Te amo a ti.

No, no me amas, solo estas obsesionado, como Onix, y una vez que consigas lo que quieras…

¿Cómo podía ser que me comparara con alguien como él?

Te amo.

Yo no.

Ella se desvaneció, ¿cómo convencerla de lo contrario? ¿Cómo hacerle entender que la amaba más que a mi alma?

Bajé a su habitación. La ventana estaba sin seguro, la abrí y entré.

Era lo más estúpido que podría hacer, si ella me veía podría pensar que intentaba aprovecharme de eso. La amaba mucho como para defraudarla.

Mi Mairi.

Meine Liebe.

Mi pequeña.

Mi hermoso ángel.

Me quedé recargado del barandal de su ventana y ella abrió los ojos.

¿Qué haces aquí?

Tenemos que hablar.

Ella tenía el cabello alborotado, pero no por eso perdía su esencia. De pronto una imagen se interpuso en todo lo que pudiera pensar. Ella debajo de mi, en mi cama, desnuda y susurrando mi nombre, agonizante de placer, desbordante de pasión y amándome con cada célula de su cuerpo.

Desperdiciaste tu oportunidad de hablarme cuando te negaste a escucharme como una dulce bofetada sentí sus palabras. Corteses, cautelosas, tranquilas, y aun así mortales.

Te amo intenté disuadirla.

Te lo dije antes y te lo diré ahora me contestó sin mirarme

no te amo, ahora vete.

No dudé, entré a su alcoba y le sujeté el rostro entre mis manos, obligándola a mirarme.

No me iré hasta que no me lo digas mirándome a los ojos

dije seriamente.

Sus ojos dejaron de parecer miel. Incluso su apariencia ámbar se esfumó. Vi como se convertían en roca y me dijo.

No te amo, Christopher tomó aire. Mi nombre, mi nombre lo dijo como si fuera basura, como si con él pudiera desquitarse todo lo que le había hecho. Pero se detuvo

No te amo… y voy a casarme con Yurem.

Se me cayó la mandíbula. ¡Con Yurem! ¡Con mi él antes que conmigo! Oh no, cuánto daño le había hecho a mi amor que ahora prefería estar con otro que conmigo.

No si yo lo permito.

Una voz muy dentro de mí se apoderó de mi boca, sus ojos se volvieron líquidos otra vez por un instante y luego se recompuso.

Lo siento, meine Liebe creo haberla escuchado decir, luego con voz más clara, dijo

¡Iván! ¡Guardias!

Claro, iban era el nombre del chico numero 5, el que no me había dejado entrar. Me escabullí al instante por la ventana, mandando un beso a mi amada antes de salir, pero ella estaba tan concentrada en la figura de la entrada que no me vio. Yurem.

Maldito bastardo, ¿por qué ella? ¿por qué mi Mairi? Teniendo a tantas, habiéndola rechazado a ella, y aun así…

Mi fantasía cambió, ahora se veía como tercera persona, y era Yurem a quien le susurraba en el oído, quien la hacía feliz. No pude más.

¿Era acaso cierto que ya le había perdido definitivamente?

Princesa del Cuento. XXVI

26.

Las siguientes horas transcurrieron así:

Me duché, me cambié y arreglé, y luego mi madre se quejó y me arreglaron sus asistentes. Después cenamos, tal y como la vez pasada, todos solo probaban algún bocado y bebían mucho plasma, y yo no bebía plasma pero tenía buen apetito.

Evité a Christopher, lo cual no molestó a mis padres, conocía a las familias de Yely, Cavi, Suzari y Mamby. Kydrin estuvo todo el tiempo con Quim, y al final, nunca apareció Gena. Conocí a mas príncipes y princesas, pude ver a Yurem con su madre, su padre, su hermana y… Christopher.

Luego me excusé, estaba muy cansada y necesitaba un poco de paz. Mis padres se encargaron de llevarme hasta mi habitación y luego me dormí. No había necesidad de hablar con mi mamá, así que mi mente se deleitó observando hermosos paisajes e imaginando finales felices de cuentos.

Pero en ninguno estaba yo.

Princesa del Cuento. XXV

25.

Desperté.

Después de desahogarme con mi madre y rectificar que Christopher es un maldito, me levanté.

Nadie me había encontrado, pero afuera se escuchaba el infierno. Tome el vestido rojo. Era lo único mío en esa habitación, me lo puse, abría la ventana y salté.

Justo en ese momento preferia morir a seguir pensando en las cosas malas que me habian ocurrido. Y la altura era la necesaria para matarme. Sobre todo de la manera en que estaba cayendo, cabeza abajo.

Recordé a mi mamá, después de anoche había dejado de ser solo la mujer de mis sueños y había pasado a ser parte de mi familia. Abrí mis alas y me propulsé hacia arriba, localicé a Kydrin y Yurem y ellos a mi, de modo que me dirigí a su lado de la infantería y todo cesó. Un momento antes estaba en mi prisión y ahora me encontraba en un bosque como si el otoño acabara de empezar, y mis amigos estaban a mi lado.

¿Dónde están Mamby y Quim? pregunté sobresaltada.

Aquí

escuché a lo lejos.

Caminé hasta que salimos del pequeño bosque, llegamos a un claro, allí, hasta el fondo había un muro de varios metros de alto y con una puerta de madera que Kydrin abrió y luego se apartó de la puerta, dejándome pasar primero.

~Christopher te ha estado esperando~ Me dijo mentalmente.

No me importa, no quiero verlo

contesté, de igual forma.

~¿Por qué?~ Él no estaba satisfecho con mi negativa.

Porque es un maldito

~¿Te hizo algo?~

Sue estaba muy preocupado por mí.

No importa, solo no quiero verlo

Mi amigo no insistió. En unos cuantos pasos nos encontramos en el lugar que esperaba.

Era un castillo medieval, con muchas ventanas a lo alto, pero yo solo estaba poniendo atención a dos. En la primera estaba Christopher, procuré evitar pensar en ello. En la segunda estaban mis padres, justo debajo de la de él.

Al verlos, mi corazón se llenó de felicidad y saqué mis alas para llegar prontamente hasta ellos. Todos los presentes quedaron estupefactos, asombrados por ellas, las imaginé; plumas rojas, teñidas de dorado, rodeadas de llamas, y a los que mi experiencia me decía, habían cambiado un poco más. Llegado al nivel de la ventana recliné un poco la cabeza y entré.

Irina, ¡oh mi niña! exclamó mi madre.

Bienvenida hija

dijo mi padre.

¿Cómo describirlos?

Ambos estaban cansados, mi búsqueda los había dejado agotados. Los dos estaban vestidos con túnicas, rosa pastel para mi madre y azul añil para mi padre. Los dos lucían coronas doradas con gemas de ambos colores y con aire de suficiencia. Ella era alta, tal y como en mis sueños aparecía y él era todavía más alto, con barba de unos pocos días, ojos hundidos, nariz recta y cabello negro abundante. Abrazaba a mamá como si fueran uno solo.

Cuando aterricé me incluyeron en su abrazo y poco a poco fui cayendo en cuenta de la verdad.

Mi pequeña dijo mi padre, rompiendo el silencio.

Ya estoy en casa susurré.

domingo, 20 de diciembre de 2009

Princesa del Cuento. XXIV

24.

Había sido un alivio verla parada frente a todos. ¡Era ella! ¡Estaba bien! Pensé. Pero cuando me acerqué para abrazarla, para besarla, mi cuerpo se paralizó.

No era Mairi, no eran sus alas, no era su piel color avellana, ni sus ojos color ámbar. La chica que tenía adelante era más… verde.

¡Anelise! ¿Dónde están Quim, Mamby e Irina?

exigió saber la reina, ella era la que se encontraba más cerca del grupo que recién había llegado.

Yely Szummel, Cavi Quod y Suzari Neptum, iban con ella. Por lo que había dicho la reina, aún faltaban tres, entre ellas mi Mairi.

Anelise, cierto, había soñado tanto con ver a Mairi que olvidé que ella y Anelise eran gemelas.

Se quedaron a detener a los guardias

Anelise estaba muy triste, culpable. Ella no había querido dejar sola a su hermana pero algo la había obligado a regresar.

No quise oír más, lo mas calmadamente que pude me alejé de la habitación y dirigí hacia la mía, la que me habían proporcionado mientras estuviera aquí. Por el camino me encontré a Yun, él y Kydrin estaban planeando atacar una base militar. Para evitar el conflicto le pedí.

Que nadie me moleste a menos que regrese Mairi.

¿La amas? me preguntó.

Más que a cualquier cosa me di la vuelta y antes de abrir la puerta agregué

incluso que a mi propia vida.

Me encerré en la recamara. Si, amaba a Mairi, mucho.

Pensé en todo lo que habíamos pasado.

La hermosa chica que me había distraído en mi recital, que misteriosamente se había desvanecido. Cuando me estaba cambiando y me había encontrado. La niña que estaba sentada en la mesa, tan aburrida. La princesita que había sido secuestrada conmigo y que irradiaba una intensa luz dorada. Que se había encomendado a mí para salir de eso a salvo. Quien no creía que llegaríamos nunca a casa de Gena. El ángel que creía que la había engañado y que se preocupaba tanto por Yun y Kydrin, ellos que no valían nada, no la habían podido proteger y ella aún así los cuidaba, ella que no me creía cuando le conté la historia del bastardo de Kydrin y luego…

La hermosa señorita que me veía con ojos de amor en el baño de Quim y que se había puesto celosa por un romance que imaginaba que yo tenía con Gena. La dulce persona a la que vi dormir y de quien no soportaba mantenerme lejos. La que me había visto charlar con Gena y luego había desaparecido.

Me enfoque en ese día, hacía solo unos días.

Ella había ido a la cocina, se había detenido y después entrado… Me disculpé con Gena y fui a buscarla, no quise que estuviera sola, pero la entrar, nada, solo un extraño olor dulce que se esparcía por toda la casa.

¿Mai? seguí buscándola, en vano.

No la encontrarás Gena se escuchaba muy segura. Ella sabía algo.

¿Por qué?

Ella era Irina no era una pregunta, ella ya estaba segura de esta situación, pero aun así le contesté, por si acaso lo había dudado.

¿Y eso qué?

¿Lo sabías?

Claro.

Debí decirle a ese chico Black.

¿Qué…?

Nada, ellos la buscaban en el centro y les dije que estaba aquí

ella fue indiferente al hablar, no le importaba lo que hubiera sido de mi pequeña Mairi.

No pude creerlo. Gena no podía haberla delatado. Pero… pero si ella odiaba tanto a Irina como nos hacía creer, tal vez pudo haberlo hecho…

¡Ya deja de ponerte así! No le pasará nada. ¡Quim!

llamó a su hija.

Pero ella tampoco apareció. Gena estaba muy triste y de pronto, tal y como había dicho Mairi el día anterior, llegó Kydrin.

¡Oh, Ix! desde que se había enterado que yo sabía toda la verdad, me había evitado Quim… ¡Quim no aparece!

Está con Irina dijo tranquilamente, como un profesional. Luego me miró y me dijo

tú vienes conmigo.

Después de dejar a Gena llorando, nos dirigimos a la casa de Mairi, el palacio imperial ubicado en el Mundo entre los mundos.

¿Cómo lo sabes? lo cuestioné.

Mairi me lo dijo.

¿Ella está bien?

Si, pero no podemos ir por ella, podría ser muy peligroso

la chispa de esperanza que se había formado en mi pecho se apagó.

Mairi seguía con los Black.

Después, cuando llegamos, la reina me recibió como si me conociera desde siempre, no vi a mi madre, pero la reina me dijo que ella ya estaba enterada. Me instalaron y al otro día llegó Anelise. Se escucha rápido pero para mí fueron horas eternas, de modo que yo sentí pasar días en vez de tan escaso tiempo.

Ahí terminó mi recuento. Mairi aún no aparecía y Kydrin ya estaba de salida.

Ella te extraña

me dijo, y luego se fue.

Yo le entendí, dejé la biblioteca, regresé a mi habitación y lloré aún más en silencio. No podía creerlo, ¿cómo es que sin estar aquí, él sepa cómo estaba ella y yo no? Varias horas después apareció.

Primero pensé que era un fantasma, pero luego su bello rostro expresó una tristeza y un sufrimiento que yo nunca podría haber imaginado que en ella se vería. Entonces reaccioné.

¡Mairi! saboree su nombre en mis labios, como un elixir de vida

Anelise me lo contó todo.

Ok, nos contó, pero ella no tenía por qué saber que yo no había querido escucharla.

¿La… besaste?

¡No! casi lo hacía, pero tenía que suavizarle la verdad No reaccioné igual que como pasa cuando estoy contigo.

¡Lo siento! tal vez mentí mal, porque ella cayó de rodillas y rompió a llorar.

No llores , estaba asustándome, pero si ella era un fantasma no iba a poder abrazarla pronto estarás aquí, conmigo.

Yo no quería, pero Onix, él…

yo no sabía quién era Onix, pero él le estaba haciendo mucho daño a mi amor.

Volvió a llorar.

¿Te besó? me preocupé, por ella y porque él le estaba haciendo daño.

No soy su esposa ella dudó a la hora de contestar y siguió llorando amargamente.

Tranquila intenté consolarla, y a pesar de que me enfermaba hablar de él, seguí

Kydrin está en camino.

No funcionó.

¡No! ella se alteró ¡Christopher, no! a pesar de que amo como suena mi nombre cuando ella lo dice, esta vez me asusté mucho más de lo que ya estaba

Él… él… y yo…

Sabía que hablaba de Onix. Sabía que era algo tan malo que no lo podía mencionar. Sabía que no era su esposa, pero entonces…

Corrí, ¡ella no me pudo hacer eso! ¡Ella era Mi Mairi! Y ahora ella había estado con Onix, con el que le hacía daño… Ella ya no era mi Mairi.

Seguí corriendo, la única que estaba cerca y que podría ayudarme era la reina.

Ella estaba llorando, escuchaba voces y lamentos a través de la puerta, pero el rey no estaba. Abrí un poco la puerta y en contra de mis principios, escuché.

… Onix me inmovilizó, dijo que adelantaría las cosas , la voz de Mairi inundó mi corazón y lo hizo bailar, pero cuando escuché el dolor y el llanto con el que hablaba me llené de impotencia que yo no regresaría tal y como me fui y que no me iba a negar a ser su esposa, y luego… y luego… escuché un golpe, como si ella hubiera caído otra vez, seguía sollozando, no lo podía creer Yo no quería, y él no me obligó casarme con él, pero quería un bebe, y cuando se transformó en Christopher, yo… yo… ella me amaba. Había estado con Onix porque él se había transformado en mi yo sabía que no era él pero mi cuerpo no me creyó… y luego se fue… y cuando le conté a Christopher, él… él…

eso fue todo.

Quería correr hacia ella, decirle que la amaba, que le creía, pero estaba inmóvil. La reina se agachó y la levantó un poco, la abrazó y pude ver todo el dolor que sufría Mairi… Meine Liebe.

Probablemente me odiaba por lo que acababa de hacerle, quería ser yo quien la consolara, pero había desaprovechado mi oportunidad. Avancé un paso y Mairi se desvaneció.

¡No, Mairi! grité.

Tú tienes la culpa de la mitad del dolor que sufre, ella no estaba así ayer, ella se quedó para que a ti no te pasara nada me reprochó la reina de espaldas a mí

y tú la pusiste así. Vete de mi vista.

Ella tenía razón, yo la había puesto así… y Onix.

Yo no la había dejado contarme nada, y ella… ella sufría por mi culpa…

Ahora quién era el bastardo.

Princesa del Cuento. XXIII

23.

¡Mairi! el verdadero Christopher estaba frente a mí, tal y como lo había imaginado Anelise me lo contó todo.

¿La besaste? pregunté. Fue lo primero que dije al verlo, intentando no llorar.

No, no reaccioné igual que como pasa cuando estoy contigo.

¡Lo siento! mis piernas no me aguantaron mas y terminé de rodillas frente a él.

No llores, pronto estarás aquí, conmigo intentó consolarme.

Yo no quería, pero Onix, él… mis lamentos se acrecentaron.

¿Te besó? él estaba muy preocupado.

No soy su esposa

dije, lo cual respondía a su pregunta en lo que a él concernía.

Su rostro se relajó en parte, lo que me hizo sentir más culpable y llorar aún más fuerte.

Tranquila, Kydrin está en camino siguió queriendo reconfortarme.

¡No! ¡Christopher, no! Él… él… y yo…

no tuve que decirlo, él lo adivinó, pero a pesar de que esperaba lo siguiente que ocurrió, fue más doloroso verlo de lo que pensaba.

Christopher retrocedió como si yo fuera una paria. Me miró horrorizado y echó a correr hacia la puerta. Tal y como Onix había previsto.

La escena se reconstruyó, la habitación era más grande pero tenía exactamente el mismo estilo en la decoración que la de Christopher.

¡Era Onix! gritó mi madre al verme, se encontraba llorando y yo seguía encogida en el suelo, en la misma posición en la que me había quedado cuando vi a Christopher irse.

Él… él quería que fuera su esposa, pero llegó una tropa y se alteró le conté, por alguna razón se me hacía más fácil contarle a ella mis pesares que a Christopher

yo estaba acostada en la alfombra hablando con Kydrin y Onix me inmovilizó, dijo que adelantaría las cosas, que yo no regresaría tal y como me fui y que no me iba a negar a ser su esposa, y luego… y luego…

Desde el piso había estado mirándola mientras le contaba lo ocurrido, pero llegados hasta este punto lloré de nuevo.

Yo no quería, y él no me obligó casarme con él, pero quería un bebe, y cuando se transformó en Christopher, yo… yo… yo sabía que no era él pero mi cuerpo no me creyó… y luego se fue… seguí resumiendo lo que me había ocurrido, era muy doloroso pensarlo, revivir el pasado, y yo aún lloraba

y cuando le conté a Christopher, él… él…

No pude más, esta vez ni mi mente quería volver a levantarse nunca. ¿Para qué? Estaba tirada en un baño, desnuda, violada, y mi novio creía que era una prostituta que se había acostado con su tío nada más porque si, y que ahora estaba arrepentida.

¿De qué servía levantarme otra vez? De todas maneras no pensaba llegar hasta mi casa, mi abuela estaba muerta, y mi madre me había abandonado como a un perro. Claro que mi nueva madre estaba enfrente de mí escuchándome e intentando protegerme, pero no era igual, ella era como una ilusión para mí. Quien me aseguraba que esto había sido real y que no estaba yo en mi casa justo en este instante soñándolo todo.

Me derrumbé en el suelo. La dama de mis sueños me abrazó, no sé exactamente como, pero lo hizo, intentó reconfortarme. Yo me senté sobre mis talones, incorporándome para poder rodearla con mis brazos.

Ni siquiera reparé en la persona que estaba parada en el umbral de la puerta.

viernes, 11 de diciembre de 2009

Princesa del Cuento. XXII

22.

Quim y Mamby me miraban como si las acabara de traicionar, y después de meditarlo un segundo me di cuenta de mi error. Estaba tratando a Onix como si fuéramos cómplices. La verdad solo lo estaba haciendo porque me encontraba un poco cansada, intentando relajarme por lo del secuestro, intentando olvidar lo que me estaba pasando justo en ese momento, cosas como que la persona con la que hablaba era de hecho mi secuestrador. Luego sin importarme agregué.

Qué lástima que te soltaste.

Ahora tendrás que quedarte conmigo me advirtió.

No me queda otra alternativa.

Solo que no esperaba que el insecto y la rata con alas se quedaran contigo agregó despectivamente creí que tu hermanita nos sería mejor compañía.

¿No te basta con tenerme solo aquí?

La verdad es que no.

Él se veía tan sonriente que casi sentí pena por el golpe que le propiné un segundo más tarde, luego, con el poco aire que había recuperado, terminó sofocado.

Pero me alegra que tus amigas se hayan quedado a cuidarte.

Nada de esto es gratis le recordé.

Pero vale la pena.

No me tocarán advertí ni a ellas.

“Ellas” no estaban en nuestra conversación, a pesar de que podía malinterpretarse por el tono de voz con que le hablaba, se habían despistado en el momento del golpe que le propiné.

Correcto, pero no era necesario que me golpearas se quejó Onix incorporándose ouch, tienes una buena derecha.

Defensa personal, mas los genes correctos le expliqué con una sonrisa al parecer no soy tan débil como pensaba si puedo herir a mi tío… Aunque parezca de mi edad.

Y era verdad, él tenía gran parecido con la reina, pero en cuanto a edad parecía la misma que Anelise y que yo. Tenía el mismo porte elegante que rodeaba a mi madre, el mismo cabello, y la misma autoridad que parecía apoderarse de nosotras, pero en cuanto a lo demás, bueno, era más como mi persona versión masculina.

No comprendo logró articular Quim.

Onix me volteé hacia él y le pregunté ¿no te importa que te diga así, verdad?

Para nada.

Onix puede decirle cosas a las personas telepáticamente, y me hizo una propuesta comencé a explicarles yo me debía quedar aquí y ustedes podrían irse sin ser perseguidas, por eso les pedí que se fueran, siéndoles franca creí que lo harían, pero como pueden ver tiendo a equivocarme.

Pero entonces…

Si, es como un matrimonio arreglado puse cara de asco.

Yo me lo había buscado, si esto servía para salvar a mi familia y a las personas que eran importantes para mí, valía la pena llevarlo a cabo, lo malo es que habría muchas personas que estarán decepcionadas de mi decisión.

Para fines meramente políticos terminó Mamby.

Me alegar que se quedaran les confesé se que les sonará egoísta pero es lo que pienso, eso me ayudaría a pasar viva toda esta locura.

Pero… Quim intentó tomar valor para seguir ¿esto fue una trampa?

¡No! No, como crees wow, sabía que esto podría pasar él me dijo que si lográbamos salir, yo tenía dos opciones: irme con ustedes y tener la gran posibilidad de que nos capturaran a todos otra vez, o quedarme y convertirme en su esposa con la certeza de que ustedes se irían y ellos no las seguirían.

¿Eso quiere decir que nos secuestró a nosotras nada más para tenerte a ti? Mamby estaba en lo cierto, porqué teniendo a siete princesas sin esposo, ¿solo me quería a mí?

No lo sé, es obsesivo, supongo…

¿Bien y entonces…? ellas no terminaban de comprender.

Ahora ustedes tienen dos opciones dije, aunque no tuviera el mínimo derecho irse libremente o quedarse a acompañarme en este circo.

No lo llames circo Onix seguía nuestra conversación aunque solo omitía un comentario cuando estaba totalmente en desacuerdo con alguien, apenas había un movimiento, solo hasta entonces había hablado recuerda que es tu boda y como cualquier novia podrás organizarla.

¿Qué le iba a decir? Nadie me había metido en este lio, yo solita habái caído en su trampa y no tenía derecho a quejarme si quería que él dejara en paz a mi familia.

 

No te preocupes, podremos casarnos ahora y esperar el año que nos falta para tomar el trono en el castillo me había susurrado.

Luego me explicó que al cumplir 18 años, y si estaba casada debía ocupar el puesto de mi madre en la corte, y por consiguiente también el reinado.

No supe que contestarle en ese momento, pero cuando ya estábamos afuera y noté que no llegaríamos tan lejos decidí hacer justo de lo que intentaba escapar.

Matrimonio de estado.

Compromiso por bienes de Estado.

Boda sin amor.

Luego pensé en Kydrin y en lo mucho que había querido que mi primer beso fuera de él. En Yurem y como todos decían que me amaba más que a cualquiera o cualquier cosa. Y en Christopher, a quien yo amaba y de quien me estaba separando definitivamente, aunque ese no fuera el término correcto puesto que no te puedes separar de alguien con quien nunca estuviste.

Volví al presente, estábamos caminando hacia las habitaciones de huéspedes.

No pueden salir del edificio, aquí tienen cocina, baño y camas, todo lo que necesitan para sobrevivir Onix me llevaba de la mano, sujetándome fuertemente, y ellas caminaban por detrás de nosotros . No están obligadas a quedarse, pero si salen es su responsabilidad lo que les ocurra. Aquí están bajo mi protección, afuera no.

Les siguió dando indicaciones del sastre, de la comida y de la convivencia. No presté atención, yo imaginaba que no era la mano de Onix la que me llevaba, sino la de Christopher, y que no íbamos a mi prisión, sino a ver a mis padres para pedirles su aprobación de nuestro matrimonio y su bendición.

Christopher.

Christopher.

Christopher.

Christopher.

Christopher… eso es lo que pensaba.

Cuando las dejamos a ellas pensé que me dejaría a mí en la habitación de junto, del tipo que eran lujosas habitaciones pero no extravagantes. No, él avanzó hasta que en mi mente conté 386 Christophers, luego solo me advirtió.

Aquí te quedarás siempre luego abrió la puerta y me hizo pasar.

Por todos lados había lujos, al punto en que dejé de pensar que las habitaciones de Quim y Mamby eran ostentosas y me concentré en encontrar un solo punto en que la habitación no dijera Onix.

¿Te gusta? me preguntó una vez que asimilé mi entorno.

Demasiado negro le respondí sinceramente, aunque si en lugar de ser él con quien tuviera que estar fuera Christopher, no me importaría lo más mínimo.

Él besó mi mano, me dejó ahí y prometió que la habitación combinaría conmigo.

‘Ónix y rojo’ pensé, haciendo un gesto de asco en mi imaginación, ‘Mejor negro, rojo y dorado’ ahora mi yo interno sonrió otra vez, dando saltitos de alegría en mi cabeza.

~¿Combina el plateado con el rojo?~ Me preguntó Sue.

¡Qué alegría, mi amigo de nuevo me hablaba en mi cabeza! Al menos así no me sentía tan sola como en el momento anterior.

‘No lo creo’ le contesté mientras me recostaba en la mullida alfombra oscura.

~¿Dónde están Mamby y Quim?~ Así que por eso me hablaba, solo para corroborar que estaban a salvo. Bueno, ella era su hija, tenía derecho a preocuparse por ella. Aunque a mí me doliera, él tenía que saberlo.

‘Nos quedaremos a la boda’ decidí incluirme para no levantar sospechas de mis planes. Mi voz mental había sonado feliz, aunque yo claramente sabía que sentía amargura muy dentro de mí.

~Me alegro de que estén juntas~ Vislumbré su sonrisa triste, pero antes de que pudiera estar segura, se desvaneció. ~Hace unas horas llegó Anelise~

‘¿Está bien?’ me sentí culpable, casi hice que su destino fuera el mismo que el mío.

~Si, pero dice que se quedaron ustedes tres a defenderlas~ ¡No! ¡Ahora él querría saber en dónde nos encontrábamos!

‘¿Está por ahí Christopher?’ cambié de tema abruptamente… y él lo notó.

~¿Aún las siguen, verdad?~ No iba a decirle la verdad.

‘No pueden saberlo los demás, la última vez creímos que estábamos a salvo, pero nos encontraron antes de reemprender el viaje’

~Entiendo, me siento culpable, yo debería estar ahí cuidando de ti, y ahora no puedo ni ir a buscarte~ Sonaba triste, y mucho.

‘Te quiero, Sue. Si no hubieras estado casado habríamos sido una gran familia’ le confesé.

~¿Ahora me comprendes?~ me dijo.

Inconscientemente recordé todos los momentos que quise besarlo y él decía que lo nuestro no podía ser, además recordé que yo creí en cierto momento que eso se debía a mi situación social, pero todo el tiempo fue para que yo no fuera simplemente “la otra”.

‘Si pero Yurem…’

~Yurem decidió su vida hace mucho tiempo~

‘¿Y eso es…?’

~Defendiendo a las personas que quiere lo mejor que pueda sin dejar de ser él mismo~ Por segunda vez, creí que Yurem y yo teníamos mas en común de lo que todo el mundo cree.

Cerré los ojos y pensé en Christopher y en Yurem, en cómo me trataban. Ambos me querían pero yo no creí estar con alguien tan… como yo.

Yurem tenía una forma de pensar y de analizar las situaciones muy similar a la mía, pero Christopher sabía que era lo mejor para mi, y por alguna razón mi corazón se había ido con él.

~Christopher te extraña~

‘¿Cómo dices?’

~Hace un rato preguntaste si él estaba por aquí, y si, pero no se ha movido de su habitación desde que llegó, dijo algo como “solo si ella regresa”, está muy triste…~ me contó mi amigo.

Rompí a llorar. No podía hacerlo sufrir, no a él, no podía hacerle eso. Un cosquilleo en mis espalda me dijo que la mitad de mi quería ir a consolarlo (la mitad que controla mis alas) y la otra mitad sabía que si iba y le decía lo que planeaba hacer lo haría sufrir más.

‘Solo dile que estoy bien y que también lo extraño’ y luego amargamente tuve que agregar, ‘Gracias por ayudarme siempre, desde que me conociste, incluso ahora, mírate, desde lejos intentas reconfortarme, de verdad lamento haberte reclamado por lo de Quim la otra vez’

Incluso en mi cabeza parecía que estaba llorando.

~Cualquiera pensaría que te estás despidiendo…~ él sonaba alegre, como si quisiera bromear para olvidar lo que de mí se entendía, lo pensó y siguió contándome lo sucedido, como si no hubiera dicho lo último. ~No debería decírtelo, pero cuando llegó Anelise y él la vio, por un momento creyó que eras tú y…~ no terminé de escucharlo.

No quise y no pude, si Christopher había… No, no debía ni pensarlo. No pude porque en ese momento entró Onix hecho una furia.

¡Los llamaste! me gritó ¡Ahora viene toda la tropa a rescatarte!

No entiendo no dudé en decir más, lo que fuera que lo alterara tenía demasiado poder sobre él.

Ahora adelantaré las cosas, no pretendo obligarte a ser mi esposa, no es de caballeros me dijo haciendo caso omiso a mi comentario anterior ellos no te tendrán tal y como llegaste, y con un poco de suerte no podrás negarte a ser mi esposa, a fin de cuentas, para ellos nunca será igual agregó mordazmente en mi oído.

Me inmovilizó en el suelo, yo ni siquiera había llegado a levantarme, y menos porque ahora él estaba sobre mí. Temí lo peor. No habría beso. Eso lo había dicho, pero “no negarme” me había dado escalofríos

Me besó el cuello, los hombros y todo a lo que pudo acceder, desató las cintas que tenía amarradas tras la nuca y siguió con su escrutinio.

Estaba horrorizada. No podía hacerme eso, no podía.

‘Christopher, ¡Christopher!’. De pronto ya no era Onix quien estaba sobre mí, sorbiendo toda la esencia que mi cuerpo despedía, sino Christopher… pero no mi Christopher.

¿Así que es en él en quien piensas? seguía siendo la voz de Onix.

Mi mente me gritaba que no era mi Christopher, pero mi cuerpo no le hizo caso y comenzó a reaccionar al más leve roce. Esto excitó a mi captor.

Tal vez no es tan malo haber adoptado su forma ahora sus manos jugaron conmigo.

Cerré mis ojos, dejé que mi mente creyera que era Christopher y no Onix quien me estaba violando, y así tal vez no fuera tan duro superarlo.

Sentí cuando me quitó lo que quedaba de ropa, no me importó, mi mente se deleitaba pensando en “meine Liebe”.

Eres mejor de lo que esperaba tal vez mi mente me estaba jugando una mala pasada, porque fue la voz de Christopher la que me dijo eso no entiendo como ese chico te desperdició.

Esa simple frase arruinó la ilusión. Imaginé a Christopher en su habitación, desesperado por mi ausencia, ilusionado porque tal vez regresaría con Anelise, y luego lo vi junto a ella, besándose.

Justo cuando llegué a esta parte mi cuerpo se desconectó totalmente de mi mente, por dentro lloraba de que ésta imagen hubiera sido real, y por el otro, mi cuerpo había llegado al clímax con Onix ocupando el puesto de mi amado.

“No podrás negarte a ser mi esposa” sonó en mi cabeza y lo comprendí al fin… un bebé.

Un pequeño con cara de de ángel y alas de fuego es lo que quería, un heredero.

Un bebé Onix.

Mis dos partes separadas se volvieron a encontrar, sufrí un espasmo de dolor y Onix se rió.

¿Ya lo comprendiste, no amor? había vuelto a su forma, a pesar de ser muy atlético, no era meine Liebe.

Ahora y siempre ese había sido el lugar de Christopher, y había sido él quien me había enseñado que significaba “meine Liebe”.

Ahora ya no importa.

Él siguió jugando en mi interior, cada poco lo sentía vaciándose dentro de mí, chupando mis pezones y mordiéndome la oreja, pero nunca tocó mis labios, tal como lo había prometido, seria yo quien querría ser besada.

Nunca pasó.

Cuando tuvo suficiente y mas, me metió a la ducha y siguió poseyéndome bajo el agua, aunque no quise me excité.

Déjate llevar, amor, te será más fácil me decía.

Terminó de enjuagarse y se vistió, dejándome tirada sobre el azulejo.

Alguien te encontrará me prometió, pero no me importó y dejé que la oscuridad que intentaba tragarme me cubriera.

Me perdí en las aguas tranquilas de la inconsciencia, del desmayo. En un lugar donde los dolores carnales no son tan malos como los mentales.