martes, 30 de junio de 2009

Princesa del cuento. XIV

hey! aún me queda una horita antes de irme a mi escuela

solo dos dias para vacaciones :D

pero luego solo tngo una semana de vacaciones y luego m voy un mes :( a un curso para sacar mi servicio social

bueno... todo sea por ser buena estudiante :P

aki les dejo el cap 14

me costó pokito, pero los dejaré ahí xq el que sigue es muy importante para la trama de mi historia

buenas noticias

tngo tambien el 15 y 16 en la compu :P y en mi celular (que es donde lo escribo) tngo hasta el 31!!! imaginen mi felicidad cuando vi en el asunto "Cuento 30"

dije WOW!!!!

asi k basta de charla y mas Princesa del cuento XD

y.........

Luces!!!!


Camara!!!!


Acción!!!!


♥kiss♥

Ann


14.

– ¿Quien eres? – susurró la reina.

– No comp…

– ¡Claro que si! ¡No he visto a Yun tan protector con nadie! ¡No mientas! ¿¡Quien eres!? – su voz había empezado como un murmullo, pero conforme avanzaba iba ganando intensidad y terminó gritándome.

– No soy nadie, solo una amiga – susurré, estaba confundida, ¿hasta donde podía ella comprender de lo que se trataba esto?

– Cuando dije lo de su boda con la princesa él se puso alerta y te miró con ansiedad – se estaba desesperando – ¿eres su novia? ¡Él está comprometido con la princesa Irina, no puede tener novia!

– ¿Pero se hizo militar para no casarse con ella, no? ¡Tiene derecho a escoger con quien estará el resto de su vida! – con cada palabra me iba preguntado más si era él a quien defendía o a mi misma… era defender exactamente lo mismo, pero en mi caso iba a ser mi matrimonio… con él – Yurem decidió su vida y no me importó tener el titulo que fuera.

– ¡Quién eres! – me gritó otra vez – hablas como si lo conocieras desde siempre!

– Es solo que lo comprendo – y ya que me exigía respuestas, ¿podía yo pedir algunas, no? – ¿Quiénes vendrán a la visita corta?

– El rey, la reina y su sequito vienen de improviso, pasarán aquí la noche y mañana la reina se irá y el rey cerrará unos tratos con mi marido – confesó.

‘¡Oh, no! ¡Vienen para aquí en este instante!’ le grité a Sue con los ojos cerrados.

~¿Quienes?~ como si una corriente de aire me trajera su voz escuché que mi amigo me decía.

‘Papá y mamá’ le contesté, no me importó el hecho de que probablemente estuviera alucinando o escuchando voces en mi cabeza.

~Pobre Yurem, hora de irnos~

’¿No sería mas fácil si los esperáramos?’ me aventuré a preguntar.

~¿Quieres esperarlos?~ preguntó.

‘Quiero quedarme a cenar, si llegan para entonces nos quedaremos, pero en caso contrario nos iremos lo mas pronto posible’ ¿contradictorio? Por un lado quería quedarme y esperarlos, pero por el otro quería huir y estar más tiempo con Sue.

~Está bien, pero~ por un instante vislumbré su rostro, se veía preocupado ~¿Qué te están haciendo?~

‘Ella sabe que no soy solo su amiga, pero no creo que haya notado que soy la princesa, dice que Yurem me protege mucho, lo que es obvio tomando en cuenta que para eso lo enviaron’ le expliqué rápidamente.

~¿No le has dicho quien eres?~ no se si era decepción o alivio lo que intentó transmitirme.

‘Supuse que si me presentaste como Mairi debió ser por algo’ las charlas mentales no me estaban gustando, no podía ver su expresión al hablar, ni la arruguita que se formaba entre las cejas al preocuparse.

– ¿Mairi, estas bien? – la voz de la reina me sacó de mi trance, y abrí los ojos.

– Si – antes de que mi mente procesara algo más, le cuestioné – ¿Para qué me trajo aquí?

– ¡Para arreglarte, niña! – sus cambios de humor repentinos estaban asustándome, hace dos minutos estaba furiosa y confundida, luego solo confundida y ahora feliz, gracias al cielo que ella no era mi madre – no puedes ver a los reyes en esas condiciones, parece como si hubieras viajado tanto como un militar, aunque parezcas dama de la corte.

‘¡Fantástico, mas comparaciones con la realeza!’ antes de seguir lamentándome, sentí que me jalaban a para pasar a otra puerta, y cuando entramos quedé sorprendida.

Estaba en un ropero gigante, más o menos del tamaño de la planta baja de una casa promedio. Nos encontrábamos paradas en medio de una de las paredes mas cortas, de este lado había infinidad de zapatos, mejor surtida que una zapatería. Justo la pared de enfrente tenía un enorme espejo incrustado en ella. Las dos paredes restantes, las más largas, y los pasillos que se formaban con los anaqueles y percheros estaban repletos de ropa.

– Ariadna, búscale algo adecuado para la ocasión – ordenó la reina.

Me jalaron a un área de vestidos y conjuntos de gala, de todas las tonalidades que conocía y de las que no, también. Creo que escuché algo como -tendremos que desvestirla- pero me encontraba tan abrumada que no estoy segura. Me probaron de todo tipo de vestidos, de varios colores, y en cierto momento Ariadna comentó que el rojo era mi color. Además que el color azul y rosa eran bastante favorecedores. Como si no fuera obvio. Era de esperarse que mi color y el de mis padres, pero entonces, ¿y el verde?

– No, niña, el verde es un color triste para ti, deben ser colores que resalten tus ojos ambarinos – dijo la reina.

Sin querer había dicho lo ultimo en voz alta, pero, ¿ámbar? Cuando habíamos salido de la Tierra mis ojos eran café oscuro, ¿y ahora ella decía ámbar?

– Señora mire, tiene… – dijo la muchacha señalando mi espalda.

– Oh, ¿esas son marcas de golpes? ¿Te han maltratado mucho? – ¿golpes? ¿No se dan cuenta de que son las cicatrices dejadas por las alas?

– Una capa de hilo de araña las cubriría perfectamente y dejaría al descubierto su figura – sugirió Ariadna.

– ¿Hilo de araña? ¿Rojo? – la reina estaba ideando algo – entre los vestidos de Lil hay uno como ese que nunca usó, ¿verdad?

– Si.

Me llevaron a rastras, otra vez, pero ahora la chica llevaba mis ropas. Nos detuvimos frente a un perchero con un solo vestido, en una bolsa de plástico. Digo vestido porque eso debía ser, aunque si el mejor diseñador del mundo lo hubiera visto habría llorado por solo acercarse. Era una preciosidad entretejida con hilo como seda en color rojo, con una capa muy suave y más larga que el vestido mismo y se sostenía por una larga cadena dorada. El vestido estaba escotado en el frente y con la espalda totalmente descubierta, unos finos tirantes que mas bien parecían unos cuantos hilitos trenzados entre si para anudarse detrás del cuello le daban forma, y era muy largo, con una figura que si lograba ponérmelo, me quedaría muy entallado.

~Hermosa~ escuché a Sue ~¿Ya estas lista? ¿Qué haces?~

‘Me visten para la cena’ respondí aturdida.

~¿Visten?~ sonó incredulidad en su voz.

– ¿Crees que le quede? – preguntó la reina.

– Absolutamente – la chica tomó el vestido y lo descolgó – niña, esto es perfecto para usted.

– ¡Bien dicho! – asintió la reina.

No quise darme cuenta de todo lo que me hacían y evité por completo el espejo, por miedo a que no me gustara en lo que me estaban convirtiendo, pero aun con estas precauciones no pude evitar sentir lo que me hacían, me pusieron el elegante ropaje y ataron mi lacio y oscuro cabello en un peinado que no imaginé que parecería, debo admitir que mi rostro no se inmutó, tal vez las expresiones que pensaba no iban a ser del agrado de mis anfitrionas que tan amablemente me estaban tratando. Después me maquillaron con cosas que no había visto en mi vida. Tuve que esperar mucho tiempo hasta que ellas coincidieron en que solo me faltaban tres detalles.

La capa; a pesar de todo, aun no la habían colocado para poder maniobrar mejor. Una gargantilla con cuantas rojas y doradas, que era más que nada un montón de pequeños eslabones de oro con las gemas incrustadas. Y un par de alambritos dorados enredados para formar un aro y ornamentados con gemas rojas a juego con el collar, en resumen, una diadema.

– Divina – las dos mujeres estaban satisfechas con su trabajo realizado.

La reina aun sospechaba que era algo más que solo la amiga de Yurem, y tal vez por eso es que me había prestado la ropa de su hija y arreglado de esa forma.

– Ariadna, es hora de que apresure a los muchachos – le explicó con un ademán – por favor guía a la señorita Mairi al comedor, los alcanzo en un momento.

La alidudida tomó mi mano y me llevó hasta el espacioso salón con grandes ventanales. La mesa seguía desocupada e iba a sentarme en la primera silla que estuviera a mi alcance, a fin de cuentas, Ariadna me había abandonado apenas me dejó en la habitación y había muchas sillas disponibles.

Un sonido como ningún otro que hubiera escuchado antes llamarme la atención me absorbió, corrí hacia la puerta de donde procedía tal magnificencia, y no me equivoqué ni una sola vez, pero llegado al momento en que solo hacía falta traspasar una sola puerta me acobardé, de pronto una de mis obras favoritas, la muy tranquila “Rapsodia en azul” empezó a sonar desde dentro interpretada por un virtuoso violinista. Imaginé mil formas de cómo podía ser él o ella, pero mi curiosidad me ganó y me acerqué a ver.

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