lunes, 26 de octubre de 2009

Princesa del Cuento. XVIII

hola!!

si.. creo que fue un caso extremo de no hacer nada

:P

pero bueno

aki ta...

espero k les guste :P

18.

– ¿Estás seguro de que vive aquí?

Nos encontramos enfrente de una casa de una planta y con un techo bajo. Para llegar a ella teníamos que cruzar un patio llano cubierto de pasto, pude observar que tenía arboles en las orillas del terreno y varios en el centro del jardín/patio junto a un pequeñísimo huerto, había un rio cerca.

Del otro lado de la casa, a la izquierda, había un pequeño establo y otro edificio que si bien parecía almacén, podía pasar también por una pequeña casa.

– Gena debe de estar dentro – me oí decir.

Era de noche y gracias a las luces de las lunas, las estrellas y la casa pude vislumbrar la extensión del paisaje.

– ¿Quiénes son? – sentí un escalofrío, y un arma apuntándome a la espalda.

– Venimos a ver a Gena – respondió Christopher sin volverse. Su voz mostraba calma, por debajo quizá también tenía miedo.

– ¿Quiénes son? – repitió. Ahora que me daba cuenta de que quien estaba apuntándonos era una chica.

– Mi nombre es Christopher y ella es mi amiga Mairi – seguía tan tranquilo como si nos acabáramos de escapar de un secuestro solo para que una chica nos amenazara.

– Caminen – ordenó.

No me hice esperar y avancé un poco insegura hacia la casa. De pronto la voz de mi acompañante rompió el silencio incomodo en que nos habíamos metido.

– ¿Puedo preguntar quién eres tú o tendré que adivinar?

– Haz lo que quieras.

– Eso es imposible – ¡con que pasividad platicaba! – ¿Sabes qué creo? Creo que eres Quim, su hija.

Yo seguí caminando y Christopher también, pero ella se había detenido. Una vez más, él había hecho gala de su brillante intelecto y había acertado.

Wer waren sie? – una voz de mujer sonó desde el interior de la casa. Por pura casualidad supuse que se trataba de Gena. – Mein Gott! Christopher!

Su reconocimiento hizo que la chica de atrás bajara la guardia, el aludido alzó los brazos como si fuera a abrazarla pero sin moverse de donde estaba haciendo que ella cubriera el espacio entre ellos, me morí de celos.

{No debes…} La voz de Sue me sacó ese mal sentimiento… Solo que no era como si la trajera el viento, sino más bien como un viejo recuerdo, uno que ahora se me hacía muy lejano.

– Gena, mein lieb! – ¿era acaso alemán lo que hablaban? Que mal me pareció en ese momento el hecho de ser malísimas en los idiomas – wie lang passierte es?

– ¡Oh Chris! Ich reichte es schrecklich herüber, weil Sie gingen! Ich bin froh, daß Sie zurückgekommen sind – La mujer era muy emotiva, parecía quererlo, y a pesar de que sabía que se comunicaban en un idioma que existía en la tierra, no podía entender lo que dijeron – wie lang hat es, passierte?

Nein.

Was? – Ella estaba alarmada, pero no por eso se descolgó de él – dann das, was Sie hier machen?

– Es wird sein, besser als wir betreten, ist es eine lange Geschichte – ella asintió y lo jaló hacia la casa, además le hizo una seña a la muchacha que nos había dado tan calurosa bienvenida, dejándome abandonada allí.

Apenas dieron dos pasos, Christopher se soltó, disculpó, y me rodeó con un brazo por la cintura, pasando su mano por debajo de la capa.

– No – solo eso entendí antes de que ella se pusiera a replicar frenéticamente en alemán – wird sie nicht betreten, sie sieht wie einander aus zu viel zu ihr, warum brachten Sie es? ist Ihre Freundin? versuchen Sie, zu entkommen? nicht Christopher, sie kann nicht betreten!

– Gut ging ein Vergnügen, Sie wieder, wir müssen gehen – sentí como la energía corria a través de su mano y coincidí en sacar mis alas.

– Nicht Christopher, Sie sollten nicht gehen, sondern sie kann nicht bleiben, verlassen Sie es, das geht, Aufenthalt – ahora sonaba suplicante, ojalá pudiera entenderles.

– Sie kam mit mir, und sie wird mit mir gehen – dijo él terminantemente.

Se dio la vuelta y al instante, el rostro furioso de Gena cambio a tristeza, así que accedió. Hizo además un pequeño ademan y pronunció derrotada.

– Sie gewinnen, sie und Sie bleiben.

Me di cuenta de una cosa muy importante de Christopher, por muy lindo que sea, es un maldito, porque después de eso, él hizo un teatro de deliberación, como si de verdad pensar irse. ¡Ja! Como si tuviéramos más tiempo para buscarnos otro lugar donde quedarnos. Al final “decidió” jalarme, como no queriendo, otra vez, a la casa.

– Después tendrás que traducir para mí – le espeté.

– No, meine Liebe, mientras estemos con ella, y mientras esté celosa, tendrás que ser mi novia – sí, Christopher es un maldito.

Se detuvo y me frenó, adelantándose un paso y colocándose frente a mi, luego bajó su cabeza con un brillo de diversión y resolución en los ojos, me desarmó… me besó en la punta de la nariz.

– Aunque eso te parezca difícil.

Si yo hubiera estado en el lugar de alguna de nuestras anfitrionas, eso podría haber pasado por un beso real, uno que me hubiera condenado a un matrimonio real.

Definitivo, Christopher era un verdadero maldito… Maldito, guapo e inteligente.

– ¿Podrían hablar en español? Ella no entiende mucho los demás idiomas – dijo él.

Me entraron unas ganas incontrolables de golpearlo pero la risa burlona de Gena me hizo palidecer abruptamente. Cerré los ojos y sentí como me ruborizaba y una libera presión por parte de Christopher, como si a pesar de ser un maldito intentara reconfortarme.

Pasamos por el pequeño porche con una mesita de centro y dos sillas mecedoras de un solo eje, entramos por una puerta de dos metros de alto, a modo de que el techo quedaba a medio metro por arriba de ella.

Lo primero que noté es que el interior de la casa no era como lo había imaginado, creo que si una cinta magnética me hubiera transportado y dado un paseo alrededor no me hubiera sorprendido, aun así había detalles, como el color de las paredes o los retratos, de la repisa de la sala, que me hicieron vislumbrar un poco como debió ser todo anteriormente.

– Veo que tu esposo al fin envió remuneraciones ante su ausencia – comentó Christopher muy tranquilo.

– Para nada, sigue tan distante como siempre – luego Gena me miró – y si tienes consideración hacia mí, no lo volverás a mencionar.

– Claro, no quisiera que nos corrieras – dijo él.

– No, Chris… a ti nunca te correría – Gena podría mostrarse encantadora con el príncipe, pero conmigo era como si yo fuera la causante de sus problemas. Era como si cada una de sus palabras destilara veneno y con cada una se hiciera más ponzoñoso su odio, y quisiera borrarme de su mirada asesina que me dedicaba.

– Yo sé, pero siento que no somos bienvenidos.

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