miércoles, 15 de diciembre de 2010

Princesa del Cuento. XXX

primero que nada una disculpa, no quise retrasarme tanto, pero entre una cosa y otra me ha costado horrores conectarme x acá. Este es el nuevo capítulo, y si les parece, seguiré subiendo.

Afortunadamente no tardaré tanto.

Un beso!
Ann

30.

Abrí las puertas y escogí un vestido azul celeste para lucirlo en mi fiesta. Apenas había salido, me abordó una de las modistas de mi madre y me hizo regresar con el argumento de que era un vestido demasiado informal para semejante evento.

– ¡Es solo ropa! – me quejé.

– Pero no es solo un día más, debe estar espectacular para su día – ella era muy amable, pero yo ya quería irme de allí a representar mi papel de hija perfecta.

– ¿Por qué es tan importante este cumpleaños?

– Acaba de llegar y coincidió con su aniversario – me explicó.

Recordando un poco la vida de las princesas de la edad media se me ocurrió preguntar.

– ¿Tendré una dama de compañía?

– Si usted hubiera vivido desde siempre aquí, habría tenido una – contestó – pero como ahora es bastante mayor y ninguna conoce sus hábitos y costumbres, solo que usted escoja a alguien, pero como también es casi hora de que busque un marido, eso complica todo.

– ¿Cómo te llamas?

– Lavra.

– Lavra, ¿crees que mis padres se enojen si elijo un esposo hoy… o pronto?

Si yo iba a poder escoger mi dama de compañía, tal vez debería de considerar a esta chica para el puesto.

– No lo sé, usted acaba de llegar, así que irse no es una opción, pero si solo es un pretendiente, pues no creo que haya problema – ella me paró frente al espejo y me preguntó – ¿no cree que esto es más apropiado para hoy?

Si creía que mi vestido anterior era elegante, el que tenía ahora era seguramente un espejismo. Ahora que lo pienso, tal vez a mis modistas les gustara mi figura porque ahora también llevaba un vestido muy escotado. En un principio no le puse atención, me centré en la persona de mi reflejo. Esa no podía ser mi apariencia, esa no era yo.

La chica que me veía desde el espejo era muy alta, de un cabello oscuro muy lacio, sus ojos eran ambarinos y sus facciones afiladas. Su piel seguía siendo como la avellana, pero el crecimiento repentino la había estilizado, como si ahora fuera más mujer que un mes antes. Las caderas eran estrechas, perfectas para sus largas piernas, y sus pechos ahora estaban considerablemente más visibles.

Levanté una mano para tocar su rostro, como si estuviese hipnotizada por la figura y mis dedos fueron interrumpidos por el frio cristal, dejando un pequeño espacio entre mi uña y la suya.

– ¿Le gusta su vestido?

Lavra interrumpió mi pensamiento, e involuntariamente voltee a verla.

– Si.

– Bueno, entonces es hora de traer a sus guardias – me dijo sobre su hombro mientras salía de la estancia.

Regresé a admirarme en el espejo, no podía creer cuanto había cambiado en tan poco tiempo. Ahora si observé mi ropa, obviamente tenía un muy sugerente escote, los tirantes se dejaban caer en mi brazos, como ondas. Se trataba de un vestido muy corto o una blusa muy larga, y por lo demás, se ajustaba delicadamente a mi cuerpo.

– Supongo que ahora te irás con tu novio – me dijo pausadamente una voz sumamente conocida a mis espaldas, asustándome.

– Lo estaba esperando – contesté, queriendo “te” en lugar de “lo” – ¿Busca usted a alguien?

– Me dijeron que la escoltara hasta la sala, señorita, porque sus guardianes están con su señor padre – se explicó elocuentemente.

Christopher me ofreció su mano y para hacerlo más difícil, se aferró a la mía y entrelazó sus dedos con los míos, además la besó en el dorso, caballerosamente. Bajamos al salón y me dejó cuidadosamente al lado de mi padre.

‘Mi Christopher, si tan solo no tuvieras ideas preconcebidas…’

– ¡Mai! – exclamó Yurem violentamente mientras entraba – ¡Aquí estabas!

– Pero Christopher… – Me confundí, pero no terminé de pensar en lo ocurrido porque en ese momento tenía a Yurem frente a mí, sujetando entre sus manos mi cabeza, como si fuera a besarme, mirándome a los ojos.

– Él no importa.

Mis manos copiaron a las de él y lo jalaron hacia mí. Mi padre carraspeó y todos los demás presentes evitaron mirar.

– ¡Irina! – me regañó mi madre mientras interponía una mano entre nuestros rostros, me empujó lejos de Yurem y lejos del público –. ¡No debes hacer eso! A estas alturas deberías saber que connotaciones lleva el besar a algún hombre.

– No lo estaba besando – me quejé – se que no debo besarlos, pero…

– ¡Pero qué, Irina! Acabas de llegar, ¡no quiero que tengas que esperar a ese joven!

– ¿Puedes al menos dejar que te explique? – ella guardó silencio, tiempo suficiente para explicarle – Es mi amigo, solo estaba preocupado porque hoy debe cuidarme y no sabía que ya estaba aquí.

Mi madre se relajó y me acompañó con papá, luego me presentaron a mucha gente y comimos.

– Me complace presentarle a mi adorable hija Irina – decía a cada uno de los presentes – acaba de volver de su estancia en un pequeño planeta habitado en la galaxia blanca.

Muchos de los presentes lo asechaban con preguntas, y otro tanto me dirigía miradas indiscretas. Pero mis ojos solo veían a Yurem, parado justo enfrente de mí, en el extremo opuesto del salón. Su uniforme estaba considerablemente más adornado que el de los demás soldados, además de que tenía unos vivos en color naranja en ambos brazos. Había otros militares con cintas verdes, y otros más con violetas. Deduje que era por el tipo de tropa a la que pertenecían.

Música suave comenzó a tocar, bailé con mi padre y algunos otros reyes y príncipes. En una localicé a Christopher enfurruñado en una silla con una hermosa muchacha junto a él que intentaba obtener su atención. Sonreí.

Al mirar a mi acompañante me pregunte quién era. La verdad no sé quien, pero su mano estaba bajando de mi cintura y la otra me sostenía firmemente la mano.

‘¡Kydrin!’ grité en mi cabeza y como un espectro, él se materializó al lado del muchacho.

– Es mi turno, joven Sulfollk.

El muchacho me soltó como si lo hubiera recorrido una corriente eléctrica y se fue.

‘Gracias’

– Te ves hermosa.

– Agradécele a Lavra, si fuera por mi me habría traído unos jeans – bromeé.

– Lo haré – respondió entre risas.

– ¿Quién era él? – por alguna razón se me hizo conocido el chico de unos momentos antes.

– Jasper Sulfollk es el Duque más importante de aquí – Sue se había puesto muy serio, fue cortés al responder, pero se notaba que no le agradaba nada ese Duque.

Entonces fue cuando lo relacioné con alguien más.

– Se parece a Onix – dije muy enojada, conteniendo mi ira.

– Él es el hermano menor de la reina – me aclaró.

– ¡Oh no! ¡Más familia! – me lamenté.

– En la familia de tu madre son tres hermanos, en la tuya son solo dos, y de entre esas dos generaciones solo tu madre es casada.

– ¿Y ellos? No me explico cómo es que ninguno de mis tíos tenga esposa.

– Existen rumores de que ellos escogen flores que ya estén casadas, y así al besarlas no habrá acuerdo matrimonial con ninguna.

– Qué estupidez.

– Tu madre es la más decente, tal vez es por eso que ella fue marcada como la heredera.

– ¿Eso quiere decir que Anelise será como ellos como Onix y Jasper?

– No, ellos son así porque se obsesionaron con el poder.

– ¿Y Anelise no?

– Ella vivió mucho como hija única, a pesar de que siempre conoció de tu existencia. A ella se le fue dado el trato de heredera y por lo que sé, no le gustó, como dijiste, es un trabajo muy pesado que realizar.

– Y ahora yo seré la nueva chica ocupada.

Él se rió y con la siguiente vuelta choqué con Christopher.

– ¿Bailas conmigo? – me preguntó, soltando al momento a la rubia de antes.

– No, ahora mismo estoy con Kydrin.

Mi amigo me jaló y mentalmente siguió con la conversación.

~¿Por qué lo evades?~

‘Onix me violó’

Nos detuvimos, Kydrin estaba enfurecido, y todos notaron que se ponía rígido.

‘No te culpes, no soy nada de él, pero Christopher…’ involuntariamente comencé a llorar.

Kydrin reaccionó, me abrazó y al poco rato todos estaban rodeándonos.

‘Sácame de aquí’ sollocé aun desde mi mente.

Él no se movía, otra vez, y por eso me solté de sus brazos. Comencé a caminar hacia cualquier lado y, sin que yo descubriera, o me importara siquiera, me condujo hasta mi habitación.

– No debería llorar en su cumpleaños – me consoló Lavra.

– Él no me creyó… él no me creyó… y ahora está con esa rubia – ahora si estaba en la libertad de decir lo que estaba atormentándome, lo que no le quise decir a Kydrin.

– Los hombres son muy tontos, lo mejor es no hacerles caso o hacerlos entrar en razón – ella seguía abrazándome, dejándome llorar sobre su hombro.

– ¿Por qué no está aquí mi madre? – pregunté sin darle mucha importancia.

– Ella me mandó, tiene que disculparla con todos sus invitados –, me explicó tiernamente mi acompañante, luego, llena de gratitud, continuó – gracias al universo, llegó el joven Christopher y él la trajo hasta aquí, sino hubiera sido más escandaloso y preocupante que se perdiera entre los pasillos del castillo.

– ¡Christopher me trajo! – dejé de llorar, este descubrimiento me había puesto muy molesta.

Me miré en el espejo y me solté el estilizado peinado para dejar mi cabello al aire. Luego me arreglé un poco el maquillaje y me encaminé a la salida.

– ¿A dónde va?

– A conseguirme un novio – le dije sobre mi hombro, con una enorme sonrisa adornando mi rostro.